2 de julio de 2010


Y efectivamente el amor fue bello, alegre,
juguetón, con mil salpicaduras de agua 
provocadas por nuestros cuerpos calientes. 
Y él, sin decirme nada, me abrazó y me habló
despacio, y entonces poco a poco las lágrimas se fueron
deshaciendo sobre mi piel y se retiraron ante mi sonrisa.
Me dijo que esa noche hubiera podido olvidar
quien era yo, qué era para la gente de afuera.
Me susurró que esa noche yo era la mujer
que él amaba y nada más, que el resto era
una broma estúpida.

Podría decirte que de él adoro todo, y no
te mentiría.