El me insinua libertad.
Me dice que le estoy arrancando las alas por la fuerza.
Que ingenua, pensaba que yo misma era su libertad, que yo misma era sus alas
y que conmigo hubiese podido ir a dónde hubiese deseado.
El me dice que tiene el derecho de ver a quien quiera, dice que por eso su amor no va a disminuir, dice solamente - ''Debes confiar en mi''
-Pero yo no, por mi parte, tengo el derecho de morir, de destruirme, de sentir cómo se deshace mi vientre, de enloquecer y de ver a mis fantasmas, de convertirme en su marioneta. Tengo el derecho de ceder al instinto.
Tengo el derecho de llorar y de estar bien mientras lo hago. Tambien tendré el derecho de pensar que, si se siente ahogado, ya no soy esa ola delicada y fluctuante que lo enternecía y lo deshacía.